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La soledad

  • Foto del escritor: Mayrautora
    Mayrautora
  • 20 feb 2024
  • 2 Min. de lectura
¿Amiga ocasional o eterna compañera?

Reconozco que para mí, la soledad se ha vuelto adictiva. Necesito forzosamente de unas horas todos los días, en las cuales pueda estar sola en la paz de mi hogar, para ordenar mis pensamientos, apaciguar mis emociones, darle rienda suelta a mi creatividad o llorar y desahogarme hasta encontrar la armonía. Son momentos en que puedo leer sin distracciones, escribir sin interrupciones, disfrutar de un interesante documental que a otros les puede resultar aburrido o ver una película de suspenso (mis favoritas por cierto).


Si no dispongo de estos espacios, al cabo de pocos días comienzo a sentirme extremadamente irritable, ansiosa y con una sensación de no poder respirar. Puede que haya llegado al punto de poder ver el lado positivo a mi soledad, pues aunque reconozco el valor de poder relacionarse con otros, no me preocupan ni me asustan los momentos de aislamiento e incluso, los prefiero en ciertos momentos. También considero que tiene mucho que ver mi personalidad introvertida, que me hace disfrutar mucho más de una caminata por el bosque que de una fiesta llena de gente, o del silencio de una biblioteca o un museo, que de un ruidoso bar o antro. Bueno, ya es de gustos ¿no?


Ya sea por elección consciente o una situación circunstancial, la soledad es estigmatizada como algo malo que se debe evitar, y como resulta que no siempre es tan popular desear o necesitar estar solo, decidimos luchar con todas nuestras fuerzas para erradicarla, tratando de tener una vida muy ajetreada con una apretada agenda que no deje lugar ni para respirar.


Y así se nos va la vida, siempre ocupados, rodeados de gente e irónicamente sintiéndonos aún más solos y presas de un profundo miedo, cuando si se equilibra con la socialización en una justa medida, resulta en espacios que puedes aprovechar y hasta disfrutar, si los empleas para ser proactiva(o) en tu crecimiento personal.


Es parte del arte de madurar, buscar cada vez más los espacios donde podamos estar con nosotros mismos, pues con el transcurso de los años nos importa cada vez menos la opinión del resto y más el sentirnos cómodos y en paz en nuestra propia piel. Si bien es cierto que a través de las reacciones del resto es como podemos sopesar el impacto de nuestras conductas, la seguridad en uno mismo es trascendente en la toma de decisiones y esta se fortalece justo en esos momentos en que te haces amigo de tu propia voz y cómplice de tus propios sueños.


Concédete la oportunidad de conocerte: no hay nada que dé más poder y estabilidad como saber tu potencial y tus limitaciones, así como los “botones” que te activan tal o cuál reacción. El crecimiento personal verdadero, nace del auto control…

Aprender a estar solo y con otros también

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