Te duele lo que te duele
- Mayrautora
- 16 jun
- 2 Min. de lectura
No te disculpes por lo que sientes
Para variar, otro “motivo” para sentir culpa: no estamos con sonrisa de anuncio de pasta dental TODO EL TIEMPO… y para colmo, tenemos que disculparnos por ello. He de confesar que muchos años fui de las que esperaba a estar sola, de noche y en mi recámara, para sentirme en un espacio seguro para poderme desahogar. Crecí escuchando frases del tipo “¿qué no te cansas de chillar?” o “como si con llorar solucionaras algo”; mi respuesta entonces era agachar la cabeza y sentirme avergonzada por no ser capaz de contener mi llanto. Mi respuesta hoy día sería: “pues no, no me canso porque no lloro corriendo” o “pues no, no lloro para solucionar nada sino para desahogarme y porque me da la gana y ya”.
Creemos que no tenemos derecho a sentirnos mal o a llorar o a estar de mal humor porque lo vemos como signo de debilidad y egoísmo y a este respecto, voy a traer a colación un término últimamente muy traído y llevado: la empatía; y la primer persona con la que debemos tenerla es para con una(o) misma(o). Juzgarnos y castigarnos por nuestras emociones nos llevará a sentirnos aún peor, agregándole al coctel más dolor y frustración. Se vale que te duela lo que te duele: está bien estar como estás, porque somos seres humanos y tenemos emociones, que al reprimirlas, lo púnico que vamos a provocar es que se acumule la presión a tal punto que hagamos explosión y arrasemos con todo lo que exista alrededor… y qué necesidad de llegar a esos extremos.
Las emociones no son buenas ni malas: simplemente son y existen porque son parte de nuestra voz que responde a algo que nos está sucediendo y que nos está impactando ya sea positiva o negativamente. Duele lo que duele a pesar de la opinión del “inquilino” (como llamaba Mafalda a nuestro juez interno) que intenta reprimir a través de la culpa todo aquello que no entre en la cajita de lo “socialmente aceptable”, olvidando que todos somos diferentes y cada persona procesa su realidad a su manera, por lo que hay que respetar y no juzgar, empezando por nosotras(os) mismas(os) y terminando con todos los demás.
No hay que controlar, hay que gestionar: aceptar sentir lo que siento en vez negar, ignorar o reprimir. Y por supuesto, mi recomendación es que te pongas tus tenis y corras con tu terapeuta de confianza para que te brinde estrategias efectivas de gestión emocional.
Muchos años me “tragué” lo que sentía tantas veces, siempre sola, a escondidas como si fuese incorrecto, que hoy día lamento mucho no haber tenido las agallas para defender mi derecho a ser como soy y a expresar lo que siento. Sí, soy llorona y explosiva hasta la pared de enfrente: lloro de rabia, de tristeza, de ansiedad, de angustia, de dolor, de alegría y de miedo. Lloro de todo y por todo y así está bien: no me avergonzaré ni me disculparé por ello.
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